Willy Caballero sostuvo las ilusiones del Málaga en La Rosaleda. Fue la última barrera de un equipo que capeó como pudo el aluvión físico y de juego alemán. Dejó la portería a cero, lo que mantiene a La Rosaleda como un bastión para el conjunto andaluz en competiciones europeas: 10 partidos jugados, siete victorias y tres empates.
Y cuando parecía que el dique se iba a derrumbar, allí estuvo el portero. Willy Caballero respondió en todas y cada una de las ocasiones en las que se vio exigido por los atacantes alemanes con paradas mucho más que buenas.
Al finalizar el choque, el entrenador alemán fue saludando a los futbolistas. Cuando llegó a Caballero, no pudo evitar dedicarle un gesto de resignación, reconociendo su partidazo.
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