Aunque los inputs del agente son positivos, en el Barça ya saben de la personalidad de Ter Stegen. En el verano de 2016, el alemán se plantó en el despacho de Robert, entonces secretario técnico, y le anunció que estaba dispuesto a marcharse al Manchester City de Guardiola si no se convertía en el portero titular en Liga y Champions. En sus dos primeras temporadas, Ter Stegen sólo jugó Champions. El club azulgrana tuvo que moverse rápido cuando vio que la opción de que se marchase a los citizens era real. Acabó por darle una salida a Bravo, que fue precisamente al City.
Ter Stegen se ha metido en el bolsillo a la afición azulgrana. Su adaptación a a ciudad, su compromiso con proyectos sociales y su rendimiento en el club tiene enamorado a los azulgranas. Pero es un tipo de personalidad y se planta contra las situaciones que considera injustas para él. Al menos, a sus ojos. Su situación en la portería de Alemania, donde no ha dejado de ser suplente de Neuer, no ha sido sencilla. Ha aprovechado alguna convocatoria de las selecciones para recuperarse de molestias físicas cuando si hubiese sido titular en la Mannschaft hubiera acudido con toda seguridad.
Muchas voces piden la necesidad de que Ter Stegen sea uno de los capitanes del Barça. Lo consideran un tipo serio, que es respetado y dice las cosas claras. Un gran profesional. En el vestuario del Barça, sin embargo, el núcleo de poder está alejado del portero. Lo forman Messi, Luis Suárez y Piqué. En ese equilibrio de fuerzas se mueve el Barça hace tiempo.
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