Las paradas del guardameta alemán salvan y disimulan una versión floja del Barcelona mientras el argentino entra en competición después de dos meses y medio parado.
Después del dramático e incomprensible 4-0 de Anfield el pasado mes de mayo, Marc André Ter Stegen fue el único jugador del Barcelona en acercarse al sector del estadio donde estaban unos seguidores que se habían llevado una decepción para toda la vida. Ter Stegen pidió perdón. Ese partido dará vueltas en su cabeza durante años. Al final de temporada, como si no se hubiera quedado a gusto después de disculparse a través de un mensaje de Instagram el 10 de mayo, escribió una carta abierta a la afición del Barça publicada en la web oficial del club. Era 30 de mayo. Ter Stegen admitió la decepción de Liverpool. Se siente en deuda y puede que este martes empezase a pagarle algo de lo que cree que privó a los incondicionales de su equipo: ir a la final del Wanda. El portero criado en el otro Borussia, el Gladbach, jugó en Dortmund uno de sus mejores partidos desde que está en el Barça. A Reus le amargó la noche. En la primera parte le hizo una parada espectacular tras un remate con la izquierda; en la segunda, otra a un disparo con la derecha; y lo coronó con el penalti. Al límite del reglamento (pareció adelantarse en el lanzamiento de Reus; otra cosa sería discutir poner en práctica la revisión de esta jugada), adivinó con maestría el lanzamiento de Reus, luego se levantó y atrapó casi silbando el balón. En pleno cruce de declaraciones con Neuer, demostró que está en condiciones de discutir un estatus establecido en la selección de Alemania que parece más intocable de lo que anuncian los méritos deportivos de ambos en las dos últimas temporadas.

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