Hay que remontarse mucho en el tiempo, pero mucho, para encontrar una situación parecida con el fichaje de un portero. Ni siquiera Palop o Buyo se metieron tan rápido a la afición en el bolsillo como el portugués Beto. Sólo puede compararse ese ambiente de euforia por su llegada al club de alguna manera -diferente desde el mismo momento en que se produjo incluso antes de su aterrizaje- con el fichaje de Rinat Dassaev, aunque la ilusión que el ruso despertó en el sevillismo fue anterior a su rendimiento deportivo, ya que éste al final fue decepcionante. Pero la locura colectiva que su fichaje generó, con un recibimiento en el aeropuerto de San Pablo que no se recuerda a un futbolista -incluso concentró más gente que Maradona unos años después-, se convirtió en un fenómeno de masas en la ciudad y en el sevillismo.
"Hay química en el equipo y en la afición", dijo Beto en su presentación, con apenas dos días en el club y habiendo ya debutado en Madrid. En realidad, como el propio portero auguró, hay química entre el guardameta cedido por el Sporting de Braga y la afición desde el primer momento. La relación ha sido de amor a primera vista. Beto, tras un debut acelerado en el Calderón en un partido decisivo para la temporada por lo que significa en el que sin embargo recibía dos goles de penalti, recibía extrañado en el AVE de vuelta multitud de felicitaciones de desconocidos aficionados que se le acercaban y querían compartir unas palabras con él. En el siguiente partido en casa ante el Rayo ya era recibido con una ovación cuando se dirigía a la portería de Gol Norte, donde los Biris, presentes en el encuentro, animarían sólo a partir de la segunda parte.
Pero el paso definitivo se produjo en el partido del pasado viernes ante el Deportivo, más concretamente en la segunda mitad, cuando Beto protagonizó dos sensacionales paradas repletas de reflejos ante remates a bocajarro de Pizzi y de Nelson Oliveira. Fueron dos intervenciones que levantaron a los espectadores de sus asientos y que, a la postre, significaron que el Sevilla sumara dos puntos, ya que evitaron el empate del Deportivo en una fase del encuentro en el que el conjunto de Emery había perdido el control del mismo pese a ir ganando por 3-1. Beto escuchó a todo el Sánchez-Pizjuán coreando su nombre, lo que para un recién llegado es un hecho insólito.
La verdad es que el recibimiento a un portero que, en principio, sólo está para unos meses si el club no ejerce la opción de compra ha sido espectacular y es un hecho que apenas se recuerda en Nervión ni con guardametas que luego han sido leyendas como Paco Buyo o el mismísimo Andrés Palop, junto a José María Busto el mejor portero de todos los tiempos en el club.
Buyo llegó muy joven al Sevilla a principios de los 80 procedente del Deportivo, que entonces no era equipo de Primera, por lo que tuvo que labrarse un nombre -sustituía a otra leyenda como Superpaco- poco a poco a base de buenas actuaciones, aunque salpicadas de sus famosas buyadas, arrebatos de locura, generalmente malas salidas, que no dejaban en buen lugar su crédito. Con lo años se asentaría hasta llegar a ser un gran portero que también se haría fuerte en el Real Madrid.
La llegada de Palop, aunque pronto se hizo con la titularidad, tampoco experimentó la excelente acogida que ha tenido Beto. El valenciano llegaba de ser suplente de Cañizares en el Valencia y, en principio, para competir con Notario, pero pronto se hizo fuerte en las alineaciones de Juande. Su consagración, sin embargo, llegaría con el discurrir de las jornadas y explotaría en competiciones europeas. Pero el idilio con la afición tuvo que ganárselo a pulso.
De momento, Beto, también hay que decir que -de momento- un acierto de la dirección deportiva, ha caído de pie en el Sevilla y entre la afición. Y es que todo ha sido rapidísimo con el portugués.
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