Iker Casillas no es un portero cualquiera. Tiene ventaja con respecto al resto. No sólo despeja balas con sus dos manos aseguradas, sino que también cuenta con alas, las que despliega especialmente en los derbis. Iker, mostoleño, madrileño, sabe mejor que nadie lo que significa jugar un Madrid-Atleti. El sábado en el Bernabéu volverá a sentirse un abuelo. Fue el único que vivió desde dentro la última victoria colchonera, un lejanísimo 30 de octubre de 1999. Ese partido fue su primer derbi y el único que ha perdido. Las casualidades no existen. Tiene cara de ángel, pero para el Atleti es el diablo.
Casillas debutó en un Madrid-Atleti hace 13 años y lo hizo por necesidades del guión. Albano Bizarri, titular aquel día que tan lejos queda, fue expulsado con 1-3 en el marcador. Guti fue el damnificado y entró Iker, que no recibió gol. Perdió el Madrid, pero fue una señal. Desde aquel día no ha perdido ni un solo duelo con sus vecinos, adorables, pensará Iker.
El Atlético de Madrid tuvo pesadillas con Raúl o Ronaldo, y desde hace tiempo las tiene con Casillas, al que sólo le han metido 18 goles en 24 derbis, saldados con 17 victorias, 6 empates y la derrota del pasado.
Casillas tiene gran parte de culpa de la historia interminable. Ha realizado paradas imposibles en el momento justo. Cuando el Atleti se creía capaz de romper las sábanas del fantasma, Iker se lo dejaba todo muy claro. Por encima de su cadáver. Fernando Torres y el Kun maldijeron su nombre en muchas ocasiones.
El sábado Iker volverá a situarse bajo el larguero. Al Atleti le parecerá que mide un metro más y ha ensanchado. Acabar con él es el reto de los indios del Cholo.
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